domingo, febrero 25, 2007

OTILIA NAVARRTE VELARDE

BIOGRAFÍA

De seguro ya nadie me esperaba cuando llegué, fui la número 13 y desde allí tengo muy buena suerte. Hasta la matrona se fue a su casa y mi papá hizo de partero. Deambulé entre miles de oficios que de poéticos no tenían nada. Los famas y los esperanzas estaban por todas partes, yo les cantaba bajito mis canciones pero los pobres morían de aburrimiento. Entonces quise aprender sus cantos pero éstos salían desafinados y herían los oídos de la gente de buen cantar. Tenía que buscar otro planeta, pero no fue necesario.
Un día los encontré. Leían poemas extraños, hablaban de música y cine y tomaban cafecito pasado sin apuros. Me acomodé los mejor que pude entre ellos, me hicieron un sitio. Siempre hay lugar entre los cronopios.
Dicen que mis poemas son tristones pero yo los veo así. En el fondo, creo que soy feliz. Cada quien tiene su manera de serlo, ¿no?


HUAYRUROS

He abandonado la tribu,
aquella de la colección de colmillos
y poemas prohibidos.
Llevo un atado como llevan
los que huyen de sus casas.
Mínimo sustento,
unos cuantos papeles
unos blancos, otros negros,
un tarro con agua,
unas cuantas piedras,
y huayruros para la buena suerte.

Pero también llevo mi lanza,
chiquita, afilada
colgada a la cintura,
dispuesta a ser usada
si me encuentro contigo nuevamente.



ESPANTAPÁJAROS

Túmulos de arena cobriza se insinúan,
asoman en vigilia permanente.
Yo sólo espero
soportando el temblor entre mis huesos.
La historia sin fin alardea su pericia,
rueda, quiebra, trastoca,
escribe jeroglíficos sobre las rocas húmedas,
el pié resbala,
el equilibrio,
el falso equilibrio del latido
enredándose en las olas,
muriendo en la metáfora,
huella sobre huella confundidas,
apenas un desgarro sin importancia.

No hay agua limpia para calmar la herida.

Un barro espeso
se hace costra en la piel,
ya no duele,
el cuerpo se confunde en la maleza
brazos al ritmo del viento,
un ave piadosa revolotea
muy cerca de sus ojos.



SÓLO UN ECO

Si hubiese volteado a tiempo
cuando el olor de su mano llegó
hasta su hombro
cuando el himno secular
apenas era un eco a capella.
Pero las rosas no nacen en invierno,
las aves buscan un lugar para emitir su canto
y ella seguiría con la puerta entornada,
sentada en la penumbra.


HOLOGRAMA

El árbol ha caído y la esfera queda trunca
aprisionada entre mil ramas
que amenazan devorarla.
Pero la esfera subsiste
en su holograma perfecto.
Invisible
se retrae
palpita.


CADENCIA

Cómo duele esta tarde.
Y yo mano sobre mano
intentando dar forma a este barro,
o a este mármol
en que se han convertido las palabras.
Golpeo el cincel y las partículas
se meten en mis ojos
me ciegan,
entonces sólo atino a escuchar
la cadencia del golpe,
el híbrido desconcierto que produce
la incómoda maraña de sonidos
que se pliegan y repliegan
duelen y duelen.


TRAZOS

El sol resquebraja el horizonte
y los pájaros se asfixian,
una línea oscura parte en dos la mirada,
los objetos pierden armonía
y son sólo trazos
que una mano ebria dibuja.


****

Los cuervos chillan monocordes
En su canto mortuorio
El hombre huye
Entierra la cabeza.
Muere de asfixia.

VIEJE SENSACIÓN

No estoy segura si fue el ripio
el que quebró mis rodillas
cuando huía enfebrecida de los cazadores
que rodeaban mi cabaña.
Sólo sé que el aceite aún ardía en la lámpara
y que el fuego calentaba
la incipiente herrumbre que nacía entre mis huesos.
Grito pero no escucho mi voz,
sólo un lastimero latido
se expande hasta las yemas de mis dedos
intentando aferrarse a ese algo sin forma
que se evade.
Me pongo de pie el dolor,
lucho por evitarlo,
pero los cuernos de los cazadores
suenan cada vez más cerca,
¿soy yo la presa que buscan?
Decido hacerles frente, total,
ya no tengo adónde huir,
oriento los ojos hacia el ruido
que en la oscuridad cobra forma,
el pavor me invade,
allí, como un espectro que oscila,
se tambalea, se repite hasta el infinito,
reconozco mis ojos, mis manos, mi cuerpo.
Si aquella soy yo,
¿quién es esta otra que está cansada de huir,
la que creo que soy yo
y sin embargo,
me es ahora tan ajena?



PERMANENCIA

Instauras el recinto de lo oculto
en un rincón de tu cuerpo,
con tus verdades a medias,
con tu incómoda sensación
del equívoco
y la agónica única certeza de su pertenencia.

Estás cansada,
quieres sentir
la vibrante pulsación del instante que te cope,
cualquier cosa,
un retazo de sueños,
una quimera,
el simple aleteo de una palabra que no se escape,
que se quede
aun teniendo libertad para irse.



ENTRE EL BULLICIO

Es el caos queriendo ser cosmos,
la alquimia subterránea aflorando entre tus poros.
Nada corresponde a la curvatura de ese cielo antojadizo
que invierte los designios de los astros
y tramonta lo sagrado de tu sueño,

aquél de las visiones y el vuelo rasante de los ángeles.

Un himno excelso se eleva entre el bullicio,
pero sólo tú lo escuchas.
¿Quién ha trastocado en error tu certeza?
¿Quién ha confundido así tu vertical azul,
tu antiguo cobijo, tu amado silencio?
Si no eres tú, dime, ¿quién es aquél que te habita?


INTENTANDO ROMPER EL CÍRCULO

El poema quiere trascender a la muerte
e hilvana un piadoso recorrido.
¿Adónde conduce al poeta esta vana insistencia
por develar los signos?
Camina en círculos, enciende un cigarrillo y otro y otro
hasta sentir que el aire comprime sus pulmones y allí,
en esa fatiga
intuye la muerte,
tan pronta a socorrerlo en sus brazos desnudos,
tan límpida y puntual como la soñada amante.
Los poetas no le temen a la muerte,
los poetas cada tarde hacen la siesta con ella
y si el ánimo es propicio también hacen el amor.


ESPERANDO EN VANO QUE AMANEZCA

Qué más da si es noche cerrada
cuando el insomnio te toca el hombro.
El viaje continúa.
Viejas escaleras, pisos derruidos,
anchos espacios de no sabes qué lugar,
que es siempre el mismo.
Te duelen las manos y los pies,
el cuerpo entero se arrastra,
una seca polvareda hace lagrimar tus ojos,
neblina, dices, a modo de excusa,
y achicas los ojos para encontrar
un asidero a tu mirada.
Estás perdida, lo sabes.
Documentos, claves, llaves, el croquis del camino,
¿cómo hacer para encontrarlos?
Decides regresar sobre tus pasos,
el ominoso camino del regreso,
el mismo, siempre el mismo,
tu cuarto
tu lecho
el conocido despertar.

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